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  • Foto del escritorEmanuel Pagés

El día después de la post pandemia. Cinco dimensiones para analizar lo desconocido

Actualizado: 20 may 2020

Reflexiones en tiempos de aislamiento


Por Emanuel Pagés*

A la incertidumbre podríamos definirla como falta de certezas, aquella que por estos días no tenemos, acerca de cómo ni cuándo superaremos esta pandemia que paraliza y angustia al mundo. La primera de estas dimensiones y características del siglo XXI (esperemos la última). Asimismo, sabemos que lo desconocido muchas veces atemoriza y en este caso está bien que así sea, porque el miedo es una emoción que nos previene de ciertos riesgos, peligro que en esta ocasión tiene nombre y se llama coronavirus.

El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud declaró al brote del nuevo coronavirus (COVID-19) como una pandemia, es decir que desde hace más de un mes que el mundo habla de ello, con lo cual estamos frente a un tema que monopoliza las distintas agendas (políticas, mediáticas y sociales) de norte a sur y de este a oeste. Un fenómeno ecuménico tan trascendente que paralizó gran parte de la actividad en el globo.

En la Argentina ya pasaron más de 32 días desde que se decretó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, popularmente denominado como cuarentena; un confinamiento cuyo principal objetivo intenta aplanar la curva de contagios. Según diversas fuentes, se afirma que hay casi cuatro mil millones de personas en aislamiento social en el mundo. Acontecimientos que tienen múltiples efectos, a nivel individual y colectivo son dignos de observar detenidamente. Un primer interrogante -difícil de responder- es ¿cómo actuar frente a un escenario de riesgo que oportunamente puede derivar en una crisis?. Tanto para las personas como para los gobiernos no es una tarea sencilla, todo lo contrario muy compleja. Nos paralizamos o ponemos nuestra mejor energía y creatividad para superar estos malos trances?. A continuación algunas dimensiones de análisis.


Dimensión social y cultural. El metro cuadrado

En Latinoamérica tenemos la fama de ser afectuosos, donde nos manifestamos corporalmente próximos, desde nuestros saludos con un beso y abrazo hasta nuestra forma de vincularnos con nuestros pares. Se afirma que los latinos utilizamos el espacio social e íntimo a una distancia un tercio menor que en el resto del mundo. Este es un rasgo típico de nuestra cultura que nos diferencia, por ejemplo de los anglosajones o los nórdicos. Pero a raíz de las recomendaciones de los expertos para evitar el contagio del coronavirus, en caso de salir de nuestros hogares, si saludamos no nos damos la mano sino que chocamos con la parte externa del codo y debemos respetar una distancia social entre 1,5 y 2 metros para cuidarnos y para cuidar a los demás.

Tal como afirmara en una nota periodística Santiago Kovadlof «los gestos más afables pueden ser los portadores del mal más profundo»[1], (léase un apretón de manos o un abrazo) son la ilustración perfecta de que se vienen cambios antropológicos y sociales muy grandes. Más allá de este aspecto, hay otros que también interesan como los vinculados a la solidaridad que aflora en estas circunstancias (voluntarios y conserjes de edificios por citar algunos), el agradecimiento a quienes realizan su máximo esfuerzo para mantener las condiciones sanitarias (médicos, personal de salud y trabajadores municipales) o la distancia obligada con nuestros afectos más cercanos, con la familia. Seguro se exalta el deseo de compartir, aunque la máxima demostración del amor sea cuidándonos. Cabe preguntarnos ¿volverá nuestra calidez social?, ¿seremos los mismos?. El tiempo lo dirá.


Dimensión política. Los capitanes de nuestro destino

Durante este mes se ha hablado mucho (y escrito aún más) sobre las formas de liderazgo que han adoptado quienes están al frente de ejecutivos nacionales (Presidentes), provinciales (Gobernadores) y Municipales o Alcaldías. Hay quienes tomaron un rol protectivo, otros rebeldes y quienes se hicieron los exploradores dejando mayores libertades con sus consecuencias a la vista.

En el caso Argentino se tomaron medidas preventivas rápidamente, lo cual, dadas las circunstancias, permitió y sigue permitiendo al debilitado sistema sanitario atender los casos de contagio confirmados. Pero no exento de polémica, es sabido que la cantidad de test diarios son muy pocos[2], hasta podemos afirmar que son vergonzosos en comparación con otros países de la región, por caso Chile que realiza 2133 por cada millón de habitantes, mientras que en nuestro país sólo la ínfima cantidad de 439. Como dice el refrán “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.

Quizás la señal política más alentadora fueron las imágenes de trabajo conjunto entre oficialismo y oposición, algo que hacía mucho no sucedía en la agrietada dirigencia argentina. Son pequeñas muestras de consenso que otorgan legitimidad a las acciones emprendidas. En el futuro sabremos hasta qué punto confluyeron energías que trascendieron la mera foto grupal.

Por otra parte, el presidente Alberto Fernández se refirió al virus utilizando la metáfora de “una guerra en contra de un enemigo invisible”. Siendo coherente con lo que he afirmado en otras oportunidades, en un mundo con conflictos por violencia, no comparto la idea de aludir a conceptos que refieran a conflictos bélicos. Más allá de que son utilizados simbólicamente, es bien sabido que el lenguaje crea realidades y no hay que echar leña al fuego a la triste realidad que envuelve la Argentina. Nuestro país merece la responsabilidad de estimular los lazos sociales mediante el diálogo, el respeto institucional y la aceptación de las diferencias en la inclusión.

El mencionado aislamiento social se extendió en una segunda fase y de a poco se han flexibilizado algunas actividades productivas. El dilema que enfrenta el gobierno argentino se dirime entre privilegiar la salud o estimular la economía, ya de por si alicaída desde hace un largo período pero acentuada por la pandemia. Frente a esto, Fernández sostiene y repite en reiteradas ocasiones que “la economía si cae, se puede levantar, pero una vida no se puede recuperar”. El rol protectivo está clarísimo, el rumbo político presenta vestigios del camino iniciado, pero en la faz económica aún no sabemos qué tan dañado saldremos.

Dimensión económica. Recuperar y retomar un camino productivo

Sin ser un especialista en la compleja disciplina económica, resulta imprescindible detenernos a analizar los impactos que arroja el COVID 19 en dicha faz, a sabiendas que el saldo está inclinado más hacia lo negativo.

Desde diversos medios de comunicación se ha planteado el dilema (falso en mi humilde opinión) entre Salud o Economía. Si, justamente con una “o”, para tener que elegir por alguna de las alternativas. Y las acciones tomadas hasta el momento van casi en exclusividad hacia la protección sanitaria. Es lógico que así sea ya que nuestro sistema de salud es precario y un pico de contagios lo llevaría al colapso.

Pero ¿qué pasa o pasará en materia económica?. En un país, donde de acuerdo al último informe que realiza la Universidad Católica Argentina[3] existe un 35.5% de su población bajo el nivel de la pobreza, la situación se torna más que preocupante.

Es cierto que hubo algunas señales políticas que buscan contener a los más vulnerables como el bono IFE (Ingreso Familiar Extraordinario) y alentar la compra de alimentos y otros menesteres en almacenes de barrio. También se anunciaron créditos a distintas tasas para empresas y pymes. A decir verdad, tiene sabor a poco, una economía no se estimula con bonos ni alentando la distribución vía delivery’s. Sólo por mencionar un par de sectores golpeados por la pandemia: el comercial y el hotelero gastronómico que, parafraseando la canción de Soda Stereo “cuando pase el temblor” los números de desocupados será elevado, que digo, elevadísimo. Con pérdidas millonarias y muchos de ellos cerrados por la asfixia de no poder afrontar lo mínimo, alquiler y personal (sin mencionar las elevadas cargas impositivas).

Lo que se espera en los próximos días, al menos desde una mirada más amplia, es que el gobierno conforme un comité de emergencia económica donde los sectores productivos tengan a los mejores expertos en la materia. Tal como el presidente hace referencia a los expertos y epidemiólogos, será tiempo de convocar a otros especialistas. Después de la tormenta COVID, la economía tendrá que levantarse, estimularse y potenciarse. Menuda tarea para quienes les tocará hacerlo.

Dimensión comunicacional. Sobreinformación, fakes news e Infodemia.

En este terreno me siento más cómodo, aunque no sea sencillo realizar el análisis. Como está señalado en la introducción de este texto, estamos frente a un “monotema”, donde hablamos del virus, observamos continuamente las estadísticas locales e internacionales, comparamos las medidas tomadas, observamos los riesgos, analizamos los impactos y un amplio etc. Casi las 24 horas del día atentos a cualquier novedad.

En primer lugar son tiempos donde impera la sobreinformación y por ello es muy importante el filtrado de las mismas. Hacer un buen chequeo es fundamental ya que se han observado fakes news o noticias falsas que, justamente encuentran terreno propicio para su propagación viral en la faz virtual. Se hace imprescindible sólo informarse a través de fuentes oficiales y corroborar los datos antes de compartirlos rápidamente, algo tan usual en tiempos de reenviar fácil vía WhatsApp.

La pandemia hizo que los ciudadanos pusiéramos el foco de nuestra atención en los líderes políticos, a quienes esperamos cumplan un rol de voceros, función que no todos están preparados para realizar. Tal como otros expertos en comunicación de riesgo y crisis señalan, no es conveniente mostrar parafernalia, no se deben utilizar los espacios de comunicación para la propaganda gubernamental ni tampoco sobreactuar los mensajes. Ese tiempo debe ser aprovechado para brindar mensajes de certeza y que impacten para cambiar comportamientos en la ciudadanía.

Es cierto que, vivimos tiempos paradójicos, ya que la casta política desde hace muchos años ostenta el podio en el “campeonato de la falta de credibilidad”. Mejor dicho, gran parte de los ciudadanos descreen lo que dice su propio presidente, gobernador o alcalde. Pero en esta situación atípica, paradojalmente de quienes se espera información certera, buena y confiable, es de ellos mismos.

Hace poco más de una semana, desde el Ministerio de Seguridad de la Nación se habló de “ciberpatrullaje” y mediciones del “humor social”, algo que preocupó y mucho a distintos sectores de la sociedad (incluidos los profesionales de la opinión pública) que llevaron a la Ministra (Sabina) Frederic a realizar aclaraciones públicas sobre tales afirmaciones. Quizás sólo se trató de un error conceptual, algo no menor tratándose de esferas decisoras, sólo justificado por el nivel de desborde que tienen dichos responsables.

Para finalizar estas líneas e impulsar otros análisis, desde la dimensión comunicacional podemos hacer una comparación con las campañas de publicidad social, donde lo que se busca es de utilizar la “fuerza suasoria” (Feliú Garcia, 1999) para modificar hábitos y comportamientos en favor de la preservación de la salud. Para ilustrar con ejemplos tenemos el mensaje de utilizar tapabocas (mensaje persuasivo) y de no llevarnos las manos a la cara (mensaje disuasivo).

En tiempos de pandemia, la comunicación y la buena información (oportuna, certera y empática) resultan claves para sensibilizar a la ciudadanía.

Dimensión espiritual. ¿Desgaste o Fortaleza mental?

Este apartado señalado como espiritual apunta a pensarlo más allá de los dogmas religiosos, como un aspecto interior el cual dirige nuestra vida haciendo que la percibamos de manera positiva o negativa.

La cuarentena es un método de contención donde se impone el aislamiento social a las personas y como fue mencionado, de esta manera la curva de contagios disminuye y los sistemas sanitarios pueden reaccionar a tiempo. Pero esto implica perder nada más ni nada menos que la libertad, algo que para muchos resulta muy difícil desde lo emocional y desde lo mental, ya que se obliga a un confinamiento sostenido del tipo “prisión domiciliaria”.

El esfuerzo que cada uno hace desde su hogar es valioso, ya lo dijimos, pero ¿cómo sobrellevarlo de la mejor manera posible?. El tiempo puede extenderse aún más y el desgaste no es sólo físico, sino también psicológico. Para ello hay diversas rutinas que se difunden a diario para mantenernos emocionalmente equilibrados, pero resulta fundamental que el enfoque sea a través de una mirada positiva por más dura que se presente esta realidad.

Desde la psicología positiva, la inteligencia emocional o la ley de atracción, vale la pena sostener y alimentar el pensamiento “lo que crees, creás”, ya que de este modo nos fortalecemos, no desde una frase hecha o un optimismo ingenuo, sino desde un convencimiento de que lo que estamos haciendo es más que valioso. Necesario para preservar y preservarnos de un virus que se cobra muchas vidas, especialmente la de los adultos mayores quienes por razones biológicas se encuentran menos preparados inmunológicamente.

A modo de síntesis, somos lo que pensamos, lo cual determina nuestras emociones, entonces la actitud mental positiva es más que recomendable para encarar esta etapa que nos encontramos atravesando como sociedad.

Vale la pena recuperar una frase de Antoine Saint Exupery en El Principito, “el sentido de las cosas no está en las cosas mismas, sino en nuestra actitud hacia ellas”.

Llegados a esta parte luego de varias diatribas analíticas, cabe incluir la afirmación de García Márquez sobre que “la vida no es lo que uno vivió sino lo que uno recuerda”. A partir de eso, nos queda entonces preguntarnos ¿cómo recordaremos este tiempo? Y algo fundamental que no debemos olvidar o trivializar ¿Qué aprendizaje tuvimos?. Claramente, el mundo seguirá pero ya nada será igual.



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